Bella te digo porque así se llaman esas mujeres que han nacido para la vida siempre: dulce y ácida. Tú eres la colorada piel, la fruta, la pierna, el pecho soberano que alzas, pequeña porque así son los naranjos, blanca y morena, 0 sea, cálida. Amiga, ¿es la amistad la que nos manda o acaso es el amor? Las dos preguntas tienen en sí respuesta dada. Si la verdad llegara a verse un día, si nuestra fe se confirmara..., pero no, amiga mía misteriosa, que las palabras siempre engañan. Que las palabras no sonríen nunca, que eres tú la que ríes, dices, andas, pones luego los ojos apartados, muy expresivamente callas. En estos tiempos sabe todo el mundo guardar la ropa cuando está mojada, hurtarse, dar olvido, fingir burla del sentimiento porque es lágrima. Por eso siempre estamos tan contentos, tan campantes, tan fuertes -¡tiene gracia!-; por dentro va la procesión, lo dicen los gestos bruscos, las miradas. Cuerpo de uva garnacha, hembra de vino fuerte y alegría, bella mujer de amor y madruga...